dilluns, 16 de novembre del 2009

El toro de Medinaceli.

Pueblo de bestias en el peor sentido del término; de gentes duras como el pedernal y sin entrañas, crueles, detestables. No sé si hay muchas razones por las que uno pueda sentirse orgulloso de ser español (siempre me he preguntado qué se querrá decir con esa expresión tan ajena al hecho de que, en principio, ser español, como ser chino o islandés es algo fortuito) pero tengo muy claras cuáles son las razones para avergonzarse y la más llamativa es esta repugnante costumbre de torturar a los animales como forma de diversión pública. Hace falta ser bruto redomado, carecer de la mínima educación y ser más insensible que un corcho para disfrutar con el sufrimiento de un ser vivo. Hace falta, por lo que se ve... ser español. ¿Nación española? ¡Una m! Yo no tengo nada que ver con estos bárbaros inhumanos y menos con los majaderos descerebrados que nunca faltan dispuestos a decir no sé qué memeces sobre el carácter "tradicional" de tales festejos. También era tradicional quemar a los llamados herejes, costumbre felizmente erradicada y que, salvo algún que otro obispillo, nadie parece echar de menos. ¿Para satisfacer qué bajísimos instintos se mantienen estas otras?

¿Cómo es que sus señorías no consideran que este asunto requiere un debate de urgencia en el Congreso y la inmediata aprobación de una ley que haga imposibles estas muestras de enloquecida barbarie?

(La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).