dissabte, 26 de setembre del 2009

Estructuras disímiles.

La atención mediática que se presta a las reuniones primero del G-8 y hoy G-20 no guardan relación con su eficacia real en el orden internacional. La táctica "G" tiene mucho ruido y pocas nueces.

Al día de hoy la sociedad internacional es un sarpullido de organizaciones que abarcan todos los extremos del Ser parmenideano. Por haber hay una organización internacional política que ejerce funciones de policía y, desde hace poco, juez internacional: la ONU. Al propio tiempo es un organismo ineficiente porque algunos Estados que lo componen no están interesados en su eficiencia. Por ejemplo, los Estados Unidos (pero no sólo ellos) hasta ahora y en buena medida ahora desprecian a las Naciones Unidas, la mantienen subfinanciada y dependiente en todo momento. El G 20 en cambio, se caracteriza por un universalismo que los europeos que somos los mejor situados para ordenarlo, no podemos residenciar en parte alguna ya que el carácter nómada del G-8, luego G-20 hace que no haya una sede fija, otro de los rasgos que impide ver al G-20 como un organismo internacional. Estos, incluso cuando no existen, como sucedió durante muchos años con el GATT, han tenido una sede; en este caso, Ginebra. Un organismo internacional sin sede no es enteramente comprensible. Sin sede quiere decir sin actividad administrativa concreta con lo que los hipotéticos administrados del G 20 no tienen a quién dirigirse en caso de alguna gestión. ¿Tiene gestiones el G 20?.

Los reportajes periodísticos se toman el trabajo de analizar las declaraciones del G 20 que son enunciados retóricos con el mismo valor que el oráculo de Delfos (desde cierto punto de vista, menos) pues carecen de mecanismos de imposición coactiva. Son meros desiderata tratados como puntos programáticos de un ente del tipo que sea pero acostumbrado con criterios generales de izquierda. Por eso las crónicas de la fábula "G" siempre subrayan su nulo valor práctico. En verdad, el sistema "G" sea G-8 o G-20 es hoy poco más que una foto de familia en la que todos se pelean por estar cerca del presidente de los EEUU y cuyo rasgo principal parace ser que el número de fotografiados jamás coincide con el de la organización. Cuando elG-8, eran once o doce y hoy, treinta y cuatro. Por cierto ¿qué hace el señor Rodríguez Zapatero al lado del Cavaliere? No quiero insistir en el bochorno sardo del otro día pero está empezando a parecerme que este presidente del Gobierno no acaba de encontrar su sitio que ¡no puede ser al lado de Berlusconi, del que todo el mundo huye!

Los organismos internacionales, que tienen sedes, presupuestos, entidades territoriales, etc, sí inciden sobre la realidad formulando políticas concretas que no son meras declaraciones sino que se establecen en marcos ejecutivos más o menos administrativos pero expertos. Estos no suelen formular declaraciones aunque a veces lo hagan, sino programas. Otra cosa es que su índice de alicación deje que desear. El G 8 surgió en verdad como una organización de facto, una especie de club "privado" de los más ricos en los que estos se reunían sin tener sobre la chepa a ciento cincuenta Estados subdesarrollados pidiendo dinero, una especie de tertulia para coordinar políticas internacionales de sus Gobiernos en los ámbitos internacionales. No trataba de ser un Ejecutivo mundial, sobre todo en la época del desvergonzado unipolarismo de Bush pero, al ser el "club de los ricos", en el que todo el mundo quería estar, se asumió que tendría, cuando menos una realidad, una entidad fáctica que permitiera realizar políticas. Pero no ha sido así.

Otra de las razones de la especial visibilidad del G 20 es que, cada vez que se reúne ese hecho ya provoca una cita de reunión de un movimiento antiglobalización o "alterglobalización" cuya naturaleza es en todo igual al movimiento al que se opone, el G 20. Al igual que el G 20, carece de sede, no tiene estructura territorial ni presupuestaria y por ello mismo, su eficacia para la acción deja mucho que desear. Se trata de un movimiento fragmentado en los de sus respectivos Estados nacionales pero con muy escasa capacidad de organización que queda reducid,a irónicamente, a la capacidad de convocatoria del G 20. Cada vez que este fija una ciudad ya sabe que está convocando al mismo tiempo al G 20 y a sus enemigos que irán al lugar en contramanifestación En realidad, el movimiento alterglobalización, igual que el antiglobalización tienen como última línea de defensa el hecho de que son respuesta a las iniciativas ajenas. Pero un movimiento que deja la iniciativa a otro, se convierte en un movimiento de defensa y limita mucho sus posibilidades.

Después de lo anterior se entenderá que no merezca la pena analizar los propósitos concretos de esta cumbre de Pittsburgh que no incluyen ninguno nuevo y no son más que repeticiones de lo que los gobiernos ya vienen haciendo. Un par de previsiones a beneficio de inventario y un enésimo aplazamiento del ataque a los paraísos fiscales. Este asunto seguirá siendo espinoso en tanto no se reconozca que algunos miembros de la UE son de hecho paraisos fiscales, como Bélgica o Luxemburgo, o los albergan en su seno, como el Reino Unido y sin contar los que hay diseminados por el continente bajo diversos estutos jurídicos, como Gibraltar, Andorra, Mónaco, San Marino o Liechtenstein.

(La imagen es una foto de International Monetary Fund, bajo licencia de Creative Commons).