divendres, 21 d’agost del 2009

Los impuestos.

Dice el ministro de Fomento, señor Blanco, a quien ya casi nadie llama Pepiño, que, si para ayudar a las familias, hay que subir los impuestos a las rentas más altas se hará porque la sociedad lo entenderá. Es probable que sea así. Bien explicados los fines de gasto social de un gobierno de izquierda con un horizonte igualitario y redistributivo de la riqueza, es de suponer que la sociedad en su conjunto "entenderá" la conveniencia de subir los gravámenes a las rentas más altas. Esto de aumentar los impuestos a las "rentas más altas" (que es parte del programa con el que el señor Obama ganó las elecciones en los EEUU) suena a música celestial a oídos de la mayoría de la población que no se encuentra o cree que no se encuentra en ese grupo de riesgo.

Hasta ahora, sin embargo, la política fiscal del señor Rodríguez Zapatero ha sido lo contrario de lo dicho. En la estela de la pasión de la derecha y los neocons de bajar los impuestos (con lo que se merman los ingresos públicos y se genera un problema de financión del Estado del bienestar que justifique su liquidación), que tan buenos resultados electorales da, el Gobierno socialista suprimió en 2008 el impuesto sobre el patrimonio que grava especialmente a los ricos y si bien en su primer mandato la presión fiscal subió dos puntos y así ha seguido, ello se debe a que suben los impuestos indirectos que son los menos redistributivos y los que gravan más comparativamente a las rentas más bajas. Incluso aún no hace mucho que el Gobierno rompió un pacto en ciernes con Izquierda Unida por el que ponía en marcha precisamente esta idea que ahora esgrime el señor Blanco.

Si el Gobierno invierte esta tendencia antisocial y renuncia a la demagogia del milagro de aumentar los gastos bajando los impuestos, todavía tiene margen pues la presión fiscal española está de cuatro a cinco puntos por debajo de la europea. Claro que quienes subrayan este hecho olvidan a continuación señalar cuántos puntos por debajo de la media europea están los servicios públicos españoles. No obstante, da en el clavo el señor Blanco al decir que la sociedad entenderá el incremento fiscal a las rentas más altas aun sabiendo que, como dice el señor Montoro cuando hablan de subir los impuestos a los ricos, siempre piensan en subírselos a las clases medias que son las que al final pagan el pato.

Incluso en este caso la medida, supongo, tendría respaldo social suficiente siempre que el gobierno mostrara una actitud más decidida por acabar previamente con una situación de bochornosa injusticia tributaria que todo el mundo conoce y nadie hace nada por evitar y que consiste en que los asalariados declaren el doble de ingresos que los empresarios y en un país cuyo salario medio se sitúa en torno a los 18.000 o 20.000 euros. Está claro que esta situación tan injusta a su vez se basa en la existencia de un fraude fiscal de magnitudes colosales. Si el estado tolera que 86% de los que tienen fortunas con más de diez millones de euros evadan sus obligaciones fiscales y que el 45 % de los que tienen entre uno y diez millones de euros eluda el fisco, será difícil que la gente entienda que hay que seguir subiendo los impuestos. Mientras España siga siendo el paraíso del fraude y la evasión fiscales, de la especulación y de los billetes de 500 euros, el señor Blanco y cien señores Blancos más carecerán de autoridad moral para proponer incrementos en los impuestos y ofrecerá un flanco desprotegido a la demagogia habitual de la derecha que encasqueta a la izquierda el sambenito del aumento de las cargas fiscales en tiempos de crisis en un imaginario afán confiscatorio.


(La imagen es una foto de Cayusa, bajo licencia de Creative Commons).