dilluns, 31 d’agost del 2009

Japón: "Seiken Kotai".

Es el lema de la campaña de Jukio Hatoyama: "cambio de gobierno". Y punto. No hace falta más. La victoria de los demócratas era lo que se podía esperar después de medio siglo del Partido Liberal Democrático (PLD), gobernante desde 1955 (excepto unos meses entre 1993 y 1994), con un sistema político basado en el caciquismo y el clientelismo y una cultura política que los occidentales consideran connivente con la corrupción, aunque los japoneses lo ven de otra manera puesto que manifiesta aspectos tradicionales de su modo de ser. Esos más de 50 años del PLD vieron más de treinta de crecimiento y desarrollo galopantes que convirtieron al Japon en la segunda economía del mundo pero también han visto el estancamiento desde la crisis de 1992-1993, lo cual ha producido un hartazgo en la opinión que ya no quiere más PLD pero sigue queriendo un partido dominante y se pronuncia con una mayoría asombrosa por el recambio. La victoria de Hakoyama tiene además la virtud de ser la prueba de que la democracia japonesa funciona con un "primer cambio", esto es una especie de reválida mediante la alternancia en el poder por primera vez en la historia. Desde este punto de vista y hasta ahora mismo, el Japón sólo era una semidemocracia, quedando pendiente su consolidación con una alternancia real y efectiva.

El PD barre al PLD mediante una batería de propuestas, pero sin cuestionar los rasgos esenciales del sistema político. En general la izquierda japonesa es moderada. Lo es el Partido Socialista Japonés y el mismo Partido Comunista que plantea la conveniencia de llegar al socialismo a través del capitalismo y sin revolución. De hecho, el PD, creado hace algo más de once años con una suma de elementos desafectos del PLD, otros socialdemócratas y partidos pequeños, no presenta una opción claramente contraria a la experiencia del PLD porque es tan del sistema como este último.

Por cierto el caso de las elecciones de ayer es interesante también desde el punto de vista de los que estudian qué influye en las decisiones de voto de los ciudadanos, si las ideas debatidas, las propuestas formuladas o la telegenia del candidato. Nadie suponía que Jukio Hatoyama fuera el candidato del PD sino su presidente hasta hace menos de cinco meses, Ichiro Ozawa. Pero Ozawa hubo de dimitir a causa de un escándalo y Hatoyama ganó el puesto de candidato, en pugna con otro para las elecciones en menos de tres meses cada uno y, aunque tres meses puede ser mucho es en verdad poco para los ritmos de una campaña electoral.

Las propuestas del PD son una mezcla de medidas liberales con otras proteccionistas de base socialdemócrata. Tiene que poner coto a la desmedida presencia del Estado en la Economía a través de múltiples planes de rescate que se han venido sucediendo desde la crisis de 1992 desde la cual el Japón no ha levantado cabeza, habiéndose incrementado con motivo de la crisis actual, lo que contribuye mucho al hecho de que sea el país desarrollado con mayor déficit público, equivalente al 130 por ciento del PNB. Pero al tiempo el gobierno del PD tomará medidas de carácter social, como la abolición de los peajes en las autopistas y la gratuidad del sistema educativo. Pretende conservar las pensiones, amenazadas por una estructura demográfica muy desfavorable en un país que no tiene inmigración y garantizar una subvención a los campesinos para atajar el problema de la despoblación del campo. Nadie, sin embargo, aclara de dónde saldrá el dinero para todo esto en el país más endeudado del planeta.

Hay un punto más de interés en el PD en su propuesta de política exterior que, sin cuestionar la alianza fundamental con su vencedor en la segunda guerra mundial, los Estados Unidos, pretende aumentar la autonomía del Japón, sacudirse la tutela de los EEUU de ser posible. Interesante punto para quienes se ocupan de los procesos de globalización y las relaciones internacionales.


(La imagen es una foto de nofrills, bajo licencia de Creative Commons).