dimarts, 14 de juliol del 2009

Meditación de bloguero.

Decir de un blog que es un diario es decir una vulgaridad que está en boca de todos. Es un diario del que cada cual hace el uso que quiere en cuanto a su periodicidad. Hay gente que escribe cada día y gente que lo hace de cuando en cuando. La diferencia real, sin embargo, es que el blog es un diario en público. Según van escribiéndose las entradas, se van publicando y las leen unos lectores, ojos ajenos, quizá de otros países. Los diarios escritos se mantienen privados (o, todo lo más, accesibles a algún miembro de la familia) hasta el momento en que su autor decide publicarlos y son entonces públicos como los del blog pero no entrada por entrada sino todas de golpe.

Esta observación no pretende demostrar la importancia o el interés de los blogs sino reseñar el aspecto de estos que me parece más digno de atención: el intercambio público, la exposición pública de algo escrito en el ámbito privado. Lo de intercambio viene a propósito de que el blog, como todo cuanto habita el ciberespacio cuenta asimismo con la ventaja de la llamada interactividad, esto es: las entradas y apuntes del diario no sólo se hacen públicos de inmediato sino que l@s lector@s pueden comentarlos ipso facto, produciéndose así a veces situaciones de animada controversia.

Hace un par de semanas, cuando estaba gestándose el último golpe de Estado de Honduras, se me ocurrió colgar una entrada poniendo en solfa al señor Zelaya y diciendo que, en el fondo, era él quien estaba rompiendo la legalidad que, por otro lado, era la de una república bananera. Los acontecimientos se precipitaron y en esa misma noche, el ejército hondureño pasó a la acción y dio un golpe de Estado también de república bananera, cogiendo al mandatario legítimo y deportándolo en pijama a El Salvador. Mi entrada quedaba ligeramente descolocada e, inmediatamente, el ejército de salvación de censores de la moralidad de la izquierda me bombardeó con comentarios diciendo que estaba justificando el golpe de Estado y salió por ahí trompeteando mi "justificación" en la habitual escandalera de gazmoños de pensamiento único.

No era cierto, pero a la vista de tan bronca interactividad, los insultos y la petición de linchamiento, consideré oportuno retirar la entrada en cuestión y sustituirla por otra condenando sin ambages el golpe de Estado real. En días posteriores fui elaborando más mi posición, consistente en condenar, desde luego, la intentona golpista de los milicos pero explicando al mismo tiempo por qué me parecía que la situación era de república bananera y por qué el señor Zelaya, un oligarca reaccionario convertido de la noche a la mañana en "socialista del siglo XXI", "progre" y "chavista" de estricta obediencia, no era pájaro de mi devoción.

Hoy, cuando hasta los chavistas más vocingleros empiezan a renegar del señor Zelaya, al que llaman de todo, incluso pataruco o sea, cobarde, afirmando que "Clinton le lavó el cerebro", todo empieza a tomar otro color y yo me arrepiento de haber borrado aquella entrada que, escrita al calor de los acontecimientos y pecando algo de extemporaneidad, decía cosas muy puestas en razón y más de las que estoy empezando a leer ahora entre los mismos comisarios políticos y guardianes de la ortodoxia que entonces me acusaron de justificar el golpe. Por supuesto, éste es execrable, radicalmente condenable y requiere la acción de la Comunidad Internacional para restablecer en su puesto al presidente legítimo, pero ya va quedando claro que el tal presidente legítimo no era trigo totalmente limpio. Cuando termine la mediación de Óscar Arias y se haya llegado a una situación de compromiso, volveré a colgar una entrada comentando las más insignes estupideces que pueda leer y sin duda escribirán los citados guardianes denigrando ahora a quien hace una luna ensalzaban con idéntico conocimiento de causa en ambos casos: cero.

Es una pena que borrara aquella entrada que no estaba nada mal, aunque era demasiado adelantada, porque el borrado fue tan completo que hasta quité el caché, cosa que aprendí a hacer gracias a la inspiración de mi musa informática. Por cierto, si alguien quiere saber cómo se borra un caché de Google, basta con que pregunte.

Salud.

(La imagen es una foto de ¡Qué comunismo!, bajo licencia de Creative Commons).