dimecres, 25 de febrer del 2009

Rodin en Madrid.

Hace unos días que el complejo de exposiciones de Caixa Forum en el madrileño paseo de Recoletos exhibe al aire libre siete estupendas piezas de Auguste Rodin: el celebérrimo Pensador y las seis figuras que componen el conjunto de Los ciudadanos de Calais. Están en la explanada que hay a la entrada del edificio y el viandante que no va a tiro fijo, como un servidor, da con ellas inadvertidamente puesto que nada las anuncia. Sorpresa mayúscula, imagino, y sorpresa muy grata. Aquello está lleno de gente, incluso a la hora de comer que es cuando voy a las exposiciones, haciendo fotos con los móviles y retratándose junto a estas soberbias esculturas. No falla: cuando los seres humanos reconocemos algo genial, nos retratamos a su lado para ver si se nos pega parte de su inmortalidad.

El Pensador, esa mole de más de dos metros de alta (la imagen que incluyo engaña bastante), obliga a admirarla en contrapicado, de abajo arriba, que es como suele mirarse a las cosas grandes. El acusado atletismo de la figura, sus manazas, sus pies enormes, su musculatura tienen evidentes reminiscencias miguelangelescas; al propio tiempo el vaciado en bronce, la intensa concentración de la figura, su absoluta soledad, sin referencia alguna a ningún elemento trascendental la convierten en un testimonio del presente: el hombre sumido en sí mismo, aislado, sacando su fuerza creadora de su interior. Sabido es que el autor quiso llamarla El Poeta e incluso Dante porque estaba destinada a presidir un conjunto escultórico representativo de la puerta del infierno en la Divina Comedia, ensalzando de este modo la actividad creadora del genio. Fue la voz del pueblo la que lo rebautizó como El pensador, que ha prevalecido sobre otro uso alternativo: "la filosofía". Considero una feliz coincidencia que la voz popular y la del artista hayan convertido en sinónimos "pensamiento" y "creación". Porque el pensamiento humano, el logos, es tal cuando es creación, cuando de su actividad brota algo, algo que antes no existía, algo como El pensador, alegoría del hombre que se hace a sí mismo de la nada.

El vaciado en bronce permite que haya bastantes copias de esta imagen que, en realidad, no son "copias" sino "originales sucesivos". Se contabilizan unos veinte rapartidos por todo el mundo; por desgracia ninguno en España. No me detuve a ver de dónde procede la que se exhibe en Caixa Forum aunque supongo sea la que está en la tumba de Rodin y que pasa por ser la "original".

El grupo Los ciudadanos de Calais bronces igualmente y de los que igualmente hay como veinte copias en diversos lugares del mundo, hace referencia a un episodio de la Guerra de los Cien Años, hacia el siglo XIV, cuando el rey inglés Eduardo III, tras poner sitio a la ciudad de Calais exigió que se le entregaran seis ciudadanos voluntariamente que se presentarían descalzos en el campo inglés, vestidos con una camisa y con una soga al cuello, clara premonición de lo que contaba hacer con ellos. A cambio, no dejaría perecer de hambre a los habitantes de la ciudad asediada. Seis de los más pudientes ciudadanos se presentaron voluntarios y fueron conducidos al campo inglés en donde el Rey ordenó que los colgaran, cosa que no sucedió por la intercesión de sus cortesanos y, en especial, de su mujer. Normalmente (pero no siempre) estos ciudadanos (ya sé que la traducción habitual es la de "burgueses de Calais"; pero me parece una versión literal no afortunada) se exponen formando un grupo cuya característica esencial es que está compuesto por seis individuos perfectamente independientes, que no guardan ninguna relación entre sí fuera de la de ser parte del grupo de rehenes. Eso da al conjunto una fuerza extraordinaria que obliga a contemplarlo dando vueltas en torno suyo para observar los rasgos particulares de cada ciudadano. La Caixa ha decidido mostrarlos por separado lo que no sé si es un acierto. Por supuesto permite contemplarlos uno a uno más a sabor, pero se pierde esa fuerza extraordinaria que tiene un grupo de individuos independientes entre sí, sólo unido por el hecho de compartir un aciago destino.

(La primera imagen es una foto de wallyg, la segunda de Dionetian, ambas con licencia de Creative Commons).