dissabte, 1 de novembre del 2008

El guirigay de la Reina.

Las declaraciones que la Reina Sofía ha hecho a la miembra numeraria de la secta del Opus Dei doña Pilar Urbano quien, por cierto, estará encantada de la publicidad gratis, fueron ayer objeto de todo tipo de valoraciones, juicios, encomios y denuestos en el foro patrio. Supongo que puede ponerse como ejemplo de funcionamiento de la acción comunicativa habermasiana: la ciudadanía informada y crítica debatiendo en público para llegar a alguna conclusión consensuada que permita el funcionamiento democrático. ¿Fue así? Por supuesto, tras leer y escuchar a todos (creo) quienes tuvieron algo que decir, pienso que llegué a un par de conclusiones. Pero no espero que sean de general acuerdo.

Empezó la Casa Real con un comunicado (véase entrada de ayer), prodigio del doble lenguaje, en el que trataba de exonerar a la Reina por el carácter crudo y reaccionario de algunas de sus opiniones, echando la culpa a la periodista de un modo cicatero y ruin, hablando de que se trataba de opiniones en el ámbito privado. Al dar esta mendaz excusa, la Casa Real está reconociendo implícitamente que las tales opiniones no son de recibo. Pero, además, hace falta ser caradura y abusón para decir que opiniones que se dan a una periodista que está escribiendo un libro sobre la opinante (cosa que la opinante sabe de sobra) pertenecen al ámbito privado. Eso es tomar a la gente por idiota. Claro que no serán los únicos que lo hagan en este asunto, según veremos. Ahora lo lógico sería pedir otro comunicado de la Casa Real aclarando si con esa "explicación" pretende tomar a los ciudadanos por idiotas.

La señora Urbano salió al paso del intento real de matar al mensajero con bastante dignidad, reafirmando que cuanto en el libro se dice es lo que la Reina largó. Con la misma dignidad (pero mucho menor acierto) añadió la señora Urbano una defensa del derecho a la libertad de expresión de la Reina. Menor acierto porque si la Reina es parte del genérico "Corona", carece de ese derecho en el sentido en que lo tenemos los demás. ¿Por qué? Porque a los demás nos procesan y condenan por meternos con el Rey (también parte de la "Corona") que tiene una protección especial y, además, no es responsable penalmente. ¿Se puede permitir que alguien se ampare en tales privilegios e inmunidades y, al mismo tiempo, quiera tener el disfrute de los derechos que tenemos quienes no disfrutamos de tales privilegios? No, ¿verdad? La Reina no puede decir lo que quiera. Eso que, al parecer, ignora la señora Urbano, lo sabe muy bien la Casa Real que no defendió a la Reina lenguaraz con el hipotético derecho a la libertad de expresión sino con la circunstancia de que era comunicación "privada", que no lo era.

Vinieron luego los partidos políticos que, en un primer momento, recordando la anglofilia de todos los estamentos conservadores del país, ordenaron a sus huestes guardar silencio sobre las declaraciones de la Reina. Pero, no siendo fríos gentlemen británicos sino cálidos bocazas latinos, no guardaron la orden arriba de media hora. Empezó el señor González Pons, portavoz del PP, censurando las tales declaraciones y pidiendo que los miembros de la Corona guarden el principio de neutralidad, cosa que a mí me parece muy bien pero que sacó de quicio a un ultra aznarista de ese partido, el señor Elorriaga que, a su vez, considera que las afirmaciones de González Pons son intolerables. Jesús, María y José (José María Aznar, claro es). ¿Lo ve Majestad? ¿Ve qué follones se arman entre sus leales súbditos cuando pierde Vd. la compostura?

He de decir, sin embargo, que la reacción más lamentable, por lo más tristemente esperada, fue la del Gobierno. No sólo no respetó su recomendación de callarse sino que se aplicó con denuedo a defender a la Reina, menospreciando de paso el cociente intelectual de los ciudadanos, empezando por sus votantes. El señor Rodríguez Zapatero y la señora Fernández de la Vega elaboraron el mismo discurso que probablemente habían apalabrado antes: la Reina ha tenido siempre un comportamiento constitucionalmente ejemplar, los ciudadanos debemos estar orgullosos de ella, la Monarquía goza de enorme prestigio en España y todos la queremos mucho, especialmente a la Reina. O sea: cállate niño, que estas cosas son de mayores. No encuentro palabras para calificar esta reacción de unos gobernantes supuestamente de izquierda que no solamente no se mantienen en silencio (cual podían haber hecho) sino que pierden literalmente el culo por defender lo indefendible y, además, tratando de cegar el debate, que el asunto no se discuta, que no se hable, que no haya acción comunicativa, digan lo que digan Habermas y ese gurú filosóficopolítico, Pettit, que diz que ilustra al señor Rodríguez Zapatero. ¿Cómo que el asunto "no da para más", según dice el presidente del Gobierno? ¿Cómo que nos callemos? Pero esto ¿qué es?

Yo no sé si en el pasado la Reina ha cumplido sus obligaciones constitucionales, cual dice el señor Rodríguez Zapatero, porque sólo la he visto en actos protocolarios o en la portada de revistas del corazón ocupándose de lo que, si no se me toma a mal, me parecen chorradas para marujas. Pero es que por muy ejemplar que haya sido, una sola metedura de pata, puede dar al traste con ese "siempre" y para "siempre". Un general habrá ganado todas las guerras pero puede bastar una batalla perdida para que lo pierda todo. Un juez puede haber sido todo lo justo que se quiera en la vida pero la comisión de un solo delito, uno solo, termina con su carrera de juez. Y es razonable que sea así.

Porque las declaraciones de la consorte real no son asunto baladí ni mucho menos. Es posible que los gays y lesbianas se hayan dado por satisfechos con las seudoexplicaciones despreciativas de la Casa Real; a mí me parece que así muestran su espíritu de lacayos. Porque dichas declaraciones, todas las que he visto, sobre los gays, sobre el aborto, sobre la violencia machista, sobre política exterior, no son de recibo en modo alguno. Por algún sitio he leído que ya se sabe que la Reina es conservadora, católica y blablabla. Monsergas. Esta señora es una católica conversa por conveniencia y no es conservadora sino directamente reaccionaria, retrógrada, intolerante, y despreciativa con quienes no piensan como ella. Muy del agrado de la secta del Opus Dei, supongo ya que, al parecer, su secretaría privada pertenece a ella. Cómo no. Además está enfrentada a la legalidad vigente del país sobre el que, para nuestra desgracia, reina desde que el dictador anterior, que nombró Rey a su marido como Calígula nombró senador a su caballo, tuvo por fin la gentileza de morirse. Y digo bien: enfrentada a la legalidad vigente en el país, contraria a la ley positiva que autoriza el aborto al que ella se opone. ¿Y su marido? ¿También se opone? Y ¿por qué ha sancionado la ley que lo autoriza?

Vayamos a algo que no traté ayer por falta de espacio: la violencia machista. Viene a decir doña Sofía que la información sobre ella anima a los posibles maltratadores; es decir, está pidiendo que se censure la información, que se silencien los casos de violencia machista y, además, no la condena. Hay mucha gente en el País Vasco procesada por no condenar otra forma de violencia que causa menos muertes al año. Y esta señora no solamente no condena sino que, a fuer de católica, viene a decir que las mujeres se aguanten porque siempre ha sido así y el matrimonio, etc. Doctrina católica.

¿Por qué hemos de aguantar que desde la Corona se difundan tan ponzoñosas doctrinas que sólo placen a lo más siniestro del clero estilo Rouco?

No, esto da para mucho más, diga lo que diga el señor Rodríguez Zapatero, que trata de acallar el debate sobre este asunto como trató de acallar el de la crisis. Da para que se le exija a la señora Sofía de Borbón una retractación pública. Es libre, por supuesto, de creer que cada mujer que aborta en nuestro país es una pecadora y una asesina y de manifestarse en consecuencia en contra del aborto, como monseñor Rouco y otros roucos, pero no de decirlo como Reina. Y si, a pesar de todo, quiere decirlo, que deje de ser Reina que, por lo demás, ya se ve que no se perderá gran cosa.

(La imagen es la portada del diario Público de ayer.