dilluns, 6 d’octubre del 2008

La crisis de allí y la de aquí.

Poco a poco va abriéndose paso la conciencia de que esta crisis bancaria es de una gravedad inusitada, que tendrá efectos devastadores a medio y largo plazo y no solamente en los Estados Unidos sino en Europa y en el resto del mundo. Se ha dicho que es la más grave desde la IIª Guerra Mundial y también que es como la de 1929; valoraciones excesivamente pacatas porque tiene pinta de ser la peor jamás padecida por el capitalismo.

Como se sabe, el primer acto de este descalabro descomunal se produjo en agosto de 2007. Por aquel entonces y aunque el mundo está lleno de competentes economistas, ni uno solo la había previsto y, una vez iniciada ni uno solo tampoco consiguió aportar una explicación aceptable. Mejor dicho, me engaño: todos la habían previsto y anunciado tiempo atrás pero, pobres Casandras, nadie les hizo caso; y todos tenían una teoría explicativamente impecable, algunos, incluso dos y todas ellas contradictorias entre sí.

Desde entonces hasta hoy la mera observación del discurrir de los hechos nos ha llevado a algunas conclusiones que nadie discute y otras que son muy discutidas todavía. Las primeras son: a) la crisis es una crisis del corazón mismo del sistema capitalista que es el crédito; es una crisis de confianza, razón de ser del capitalismo; b) ha sido obra de una actividad especulativa desregulada, sin vigilancia, inmoral y enloquecida consistente en sobrevalorar los activos (principalmente los inmobiliarios) y construir una febril torre crediticia sobre tales activos sobrevalorados, en gran medida créditos incobrables, que se empaquetaban como atractivos productos financieros y se repartieron por todo el mundo en los años noventa y primeros de este siglo, pudriendo así el sistema financiero global; c) esta actividad inmoral si no directamente delictiva llegó a rizar el rizo del disparate creando cosas como los credits default swaps, productos crediticios basados en la posibilidad de que la entidad que los ofrecía no pudiera cobrar los otros créditos ya librados. Por cierto, quien quiera saber más sobre estos disparates y tener una buena información sobre las causas de la crisis, que lea el magnífico artículo de Walden Bello tituladoTodo lo que usted quiere saber sobre el origen de esta crisis pero teme no entenderlo, publicado en la revista digital Sin permiso, una revista de izquierda crítica, documentada, bien hecha, con artículos de altura y en la que no se sueltan las habituales chorradas de secta o grupúsculo que no hay dios que soporte ya.

Las conclusiones controvertidas no son menos contundentes pero no gozan del mismo grado de coincidencia. La principal de todas es que la crisis es el resultado de las políticas neoliberales iniciadas en el decenio Thatcher/Reagan y proseguidas al día de hoy por los think tanks y los medios neoconservadores que repiten como loros las habituales estupideces de que hay que reducir el Estado, eliminar regulaciones, jibarizar lo público, privatizar a toda caña, reducir impuestos, bajar el gasto público especialmente el social (no, por supuesto, el militar) y desmantelar el Estado del bienestar. Como estos rapaces son inasequibles al desaliento y además cobran suculentos emolumentos por ello, seguirán batiendo el cobre de fuera el Estado y viva el mercado hoy, cuando es evidente que un mercado desregulado lleva a la catástrofe y, además, ironías de la existencia, tiene que pedir auxilio al denostado Estado.

Al saltar el charco y llegar a Europa la crisis se ha mostrado como lo que es: la podredumbre del motor mismo de la actividad capitalista, el crédito. Los bancos se hunden, los que no se hunden no se fían unos de otros, nadie da crédito, no hay liquidez en el mercado, la economía real se va paralizando y, como se trata de un círculo vicioso, la preocupación (a punto ya de convertirse en pánico) se apodera de los inversores, los impositores y los clientes de los bancos con lo que, si se produce una estampida, lo que llaman los ingleses un run on the banks, la catástrofe puede ser total. Para impedirlo Irlanda primero, después Grecia, luego Alemania (und morgen di ganze Welt ("y mañana el mundo entero")) han pasado a garantizar el ciento por ciento de los depósitos de los clientes. Seguramente esta garantía será suficiente... a estas alturas de la evolución de la crisis; pero habrá que esperar ya que va a ser larga y a nadie se le escapa que a medio o largo plazo es de imposible cumplimiento la haga quien la haga, el Estado, los bancos o la Santísima Trinidad. Pero así están las cosas en el mundo.

Y ¿por qué están así? Porque en el capitalismo neoliberal de la alegre desregulación, la falta de escrúpulos y de moral sigue campeando en medio de la crisis. El plan de rescate de Mr. Paulson en los EEUU estaba pensado para seguir enriqueciendo a los tiburones de Wall Street. El Congreso lo limó bastante antes de aprobarlo y aun así, lean lo que dice el señor Paul Stiglitz de cómo “Para lograr aprobar el Plan Paulson, lo que han hecho ha sido proceder por la inveterada vía del soborno y la corrupción”. ¿Y en la vieja Europa? Tres cuartos de lo mismo. ¿Qué explicación tiene que el plan de rescate de Hypo Real Estate acordado en firme el jueves por 35.000 millones de euros se venga abajo el sábado sin explicación aparente y sólo pueda reemerger el domingo reconvertido en uno de 50.000 millones? ¿Cómo se puede hacer un plan de rescate y "equivocarse" en 115.000 millones de euros (hasta los 50.000 en 2008 y 100.000 en 2009 que no aparecían en el primer cálculo)? Vds. lo verán como quieran; a mi me parece un intento evidente de timar al Estado y al consorcio de bancos que firmó el primer plan de 35.000 millones y hubo de retirarlo al enterarse de que eran muchos más miles de millones.

En España no estamos mejor aunque pueda parecerlo dada la tenaz tendencia del Gobierno a disfrazar la realidad como puede. La base de la argumentación de los gobernantes del PSOE, ahora que ya admiten que hay una crisis, es que no tiene por qué afectarnos pues nuestra banca es sólida por cuanto las regulaciones del Banco de España se han cuidado siempre de que nuestras entidades no se vieran arrastradas en el amok de las hipotecas basura y otras prácticas dañinas. Correcto. Es posible que sea así. Pero la crisis está golpeando al país con una fuerza inusitada, muy superior a la de nuestros vecinos porque España dependía más del ladrillo y, desde luego, el turismo, dos actividades que están sufriendo un gran parón. Y con el vertiginoso aumento del paro es posible que lo que en un principio fueron hipotecas "sanas" se conviertan por la necesidad de las cosas en hipotecas "basura" porque lo que convierte en "basura" a las hipotecas no es cómo se concedieron sino el hecho simple de si los hipotecados pueden pagarlas o no. Y aquí viene la dificultad porque con un interés del capital hipotecario muy alto, cercano ya al seis por ciento y unas tasas de paro en aumento galopante, la morosidad se está disparando. La cuestión es: ¿cuánta morosidad pueden aguantar los bancos? ¿El diez, el quince por ciento?

Las autoridades insisten en que el sistema bancario es sólido, lo que ya escama porque si lo fuera tanto no sería preciso publicitarlo y en que los clientes deben confiar en él. Como ya he dicho en un post anterior, encuentro insólito que se pida a la gente que confíe en unos bancos que a su vez no confían los unos en los otros. Y como no se fían mutuamente, el euribor sigue subiendo. Al subir el euribor, las hipotecas se encarecen de forma que nos encontramos con la curiosa situación de que la desconfianza mutua de los bancos la pagan los clientes a quienes, sin embargo, se les pide que confíen en aquellos, sabiendo, encima, que si hay algún problema, sólo tendrán cubierto hasta 20.000 euros de sus cuentas o cartillas de ahorro. Francamente me parece excesivo y si el Estado se niega a subir la cobertura como están haciendo los demás, entiendo que todo lo que la gente tenga en los bancos por encima de los 20.000 euros por titular y entidad estará más seguro en sus bolsillos.

(Las imágenes son detalles -panel central y panel izquierdo- del tríptico de Hyeronimus Bosch El juicio final (1505/1506) que se encuentra en el Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa).