divendres, 1 de febrer del 2008

La culpa y la gloria.

Los jueves, cine, así que ayer nos fuimos a ver la peli de la izquierda cuyo título han traducido al español como Expiación, lo cual es correcto, habiendo alguien añadido luego entre paréntesis ("Más allá de la pasión") que debe de ser uno de los últimos chisporrotazos de ese genio típicamente hispánico para la traducción interpretativa que floreció durante la dictadura, el que hizo que North by Northwest, de Alfred Hichtkock, pasara a llamarse "Con la muerte en los talones" o que I soliti ignoti, de Mario Monicelli, se llamara "Rufufú". Así que no quiero ni pensar qué dirá la versión doblada de esta Atonement.

La peli es muy desigual. Tiene una primera parte brillante, exquisita, un acierto de interpretación, dirección, ambientación, movimiento de cámara, y otra segunda aburrida, interminable, falsa y desequilibrada. La primera parte, la recreación de un Manor eduardiano que a los ingleses les sale de miedo: la familia rica con posesiones territoriales de tradición victoriana con esa curiosa contradicción de una moral muy cerrada y una particular relevancia de la posición social de las mujeres. Por cierto, hay una banda sonora con una composición agilísima reproduciendo el chasquido de las teclas de una antigua máquina de escribir "Corona" que es todo un acierto.

La otra parte, mucho menos lograda y, a ratos hasta algo cómica, un escenario de la segunda guerra mundial en Europa justo a los comienzos y más concretamente, la retirada de Dunquerque. Planos y planos y planos que quieren ser una especie de retablo de los desastres de la guerra pero que tampoco pueden serlo porque se trata de los inicios de la contienda y los efectos especiales son pobrísimos. Salvo de este desastre unos planos en los que el héroe, Robbie (James McAvoy) pasa delante de una pantalla en la que se está proyectando una película francesa, en concreto un primer plano de un beso entre un hombre y una mujer en los que creí reconocer a Michelle Morgan y Jean Gabin seguramente en El muelle de las brumas, de Marcel Carné, 1938. El episodio del embarque en Dunquerque trata de abrirse en un gran escenario con mucho extra y gran obra de máquina de guerra, pero no consigue ni una parte del efecto dramático que logra luego al intercalar dos trozos de documental de la retirada real de los ingleses.

Entre la primera y la segunda partes, una historia muy curiosa que está sacada de una novela que no conozco y en la que se basa el film. Seguramente la novela tiene un tiempo de desarrollo algo alambicado que el director ha querido trasladar a la peli a su modo pero que no acaba de encajar en la narración cinematográfica. Si no quiero estropear a nadie el final puedo decir que la segunda parte sólo se entiende como una especie de flash back con sorpresa final. Pero ésta seguramente está descartada en la novela y eso es lo que da a esta película este aspecto de desajustada.

Pero merece la pena verse aunque sólo sea por la brillantísima primera parte que, en realidad, es donde pasa todo lo que importa, donde se hace una exhibición de buen cine, un estudio psicológico matizado de los personajes y sociológico de la interacción entre clases sociales en la Inglaterra de los años treinta del siglo XX, tradición imperial y crisis de un orden social en quiebra con ascenso de nuevas fuerzas empresariales. Y todo esto en muy buena medida visto desde la perspectiva de una niña fantasiosa de trece años.