dimarts, 27 de novembre del 2007

La conferencia de Annapolis.

Annapolis, a unos cincuenta kilómetros de Washington, es una ciudad histórica en los EEUU; sede de la primera convención constitucional en 1786 que dio lugar a la definitiva de Filadelfia al año siguiente, se considera una de las cunas del país. A partir de hoy acogerá una multitudinaria conferencia de paz de un día a la que, además de los palestinos y los israelíes, asistirá el "cuarteto para Oriente Próximo", compuesto por los EEUU, la UE, la ONU y Rusia, bajo la presidencia de Tony Blair, los veintidós Estados de la Liga Árabe, incluyendo -y es un triunfo- Arabia Saudí y Siria y así hasta cincuenta países y organizaciones internacionales. Por estar estará hasta el Vaticano que no quiere perderse tan egregio acontecimiento.

Un acontecimiento del que prácticamente nadie espera resultados tangibles, para variar, por más que el Gobierno del señor Bush lleva dos semanas trompeteando sus alegres esperanzas de conseguir -por fin- un acuerdo de paz duradero entre los dos archienemigos de la zona. Es interesante comprobar cómo las manifestaciones de los políticos suelen ser palabras que se lleva el viento. ¿Quién recuerda los comienzos de esta presidencia, cuando el señor Bush decía que no pensaba hacer nada en Oriente Próximo, que ya lo había intentado el señor Clinton y sólo había conseguido la segunda intifada? Luego vino la exigencia de que Palestina prescindiera del señor Arafat (y su presunto envenenamiento), la famosa "hoja de ruta" y la aceptación de la idea de un Estado palestino. Ahora, la Casa Blanca ha dado un giro de ciento ochenta grados, la señora Rice se ha pateado varias veces la zona y los EEUU abanderan una "solución duradera". Lagarto, lagarto.

¿Qué está sucediendo? Los tres principales dirigentes en este acontecimiento, George W. Bush, Mahmoud Abbas y Ehud Olmert están, posiblemente, en sus horas más bajas. El señor Bush es el presidente más impopular de la historia de los EEUU; al señor Abbas, a quien queda un telediario, pues su mandato vence en enero de 2009, no le hace caso ni el chico de los recados y parte de su teórico territorio, Gaza, está controlado por Hamas, una organización empeñada en que Annapolis fracase, y el señor Olmert, implicado en varias causas penales, aparece como el responsable de la desastrosa aventura del Líbano el año pasado. Los tres, por lo tanto, necesitan focos, candilejas, algo que mostrar y de ahí que acudan a una cita en cuya eficacia no creen ni ellos.

Ciertamente, han sido incapaces de consensuar un documento previo que sirviera de referencia o nueva "hoja de ruta" de la conferencia y ya nadie habla de una declaración final. De los dos objetivos propuestos en un principio, esto es, el máximo (creación de un Estado palestino antes de que termine el mandato del "liberador del Irak") y el mínimo (poner la primera piedra para un proceso de paz más prolongado, que se desarrollará en los próximos años), todas las apuestas van al segundo.

Los asuntos pendientes de dilucidar, que llevan decenios arrastrándose, no pueden solucionarse en veinticuatro horas. Por si alguien lo había olvidado son los siguientes:

  • Fronteras: los palestinos quieren volver a la "linea verde" del armisticio de la guerra de 1948. Los israelíes quieren conservar todas las colonias que puedan a cambio de ceder territorios no poblados en otras partes. Los palestinos lo admitirían si hay compensaciones.
  • Jerusalén. Los dos la quieren como capital. Podría haber acuerdo a lo largo de la "línea Clinton" (2000) que deja la parte oriental, poblada de árabes, a Palestina.
  • Refugiados. Hay cerca de cuatro millones y medio de palestinos refugiados en el Líbano, Siria, Jordania, Egipto, etc. Israel no quiere readmitirlos en su territorio. Palestina exige que acoja cuando menos a una cantidad simbólica; los demás retornarían a territorios árabes o se quedarían en donde están; tendría que haber compensaciones también.
  • Colonias. Hay 450.000 colonos israelíes en Cisjordania y 200.000 cerca de Jerusalén. Podría llegarse a un acuerdo dejando tres enclaves israelíes en el norte (bloque Ariel), el centro (Jerusalén) y el sur (Gush Etzion) y evacuando el resto, como se hizo en Gaza, aunque sea de esperar que con mejores resultados.

    Como se ve, la cuestión no es baladí. A ello conviene añadir que los sirios acuden porque se ha dicho que en Annapolis se hablará de los altos del Golán, supongo que a beneficio de inventario, ¿Y de Gaza, de ese campo de concentración, vergüenza de la humanidad, en donde se hacina casi millón y medio de palestinos desde 1949 en condiciones que ni viéndolas se creen y que, aunque parezca imposible, han empeorado desde el año pasado? De eso no hablará nadie y ya veremos cómo consigue el señor Abbas y su organización Al-Fatah recuperar algún tipo de control, aunque sea nominal, sobre la franja.

    Por supuesto, no hay que perder las esperanzas. Es posible que este trío de patos cojos, Bush, Abbas, Olmert, consiga lo que otros dirigentes anteriores mucho mejor situados no consiguieron. Y sería muy de felicitarse. Pero es improbable: el señor Abbas cuenta con la oposición de Hamas (¡ni una concesión a los sionistas!); el señor Olmert con la del dirigente de la oposición, Benjamin Netanyahu (¡ni una concesión a los terroristas!) y el señor Bush con la de los halcones en la Casa Blanca (¡nada de forzar a Israel a nada!), con lo que esperar resultados concretos a largo plazo es ilusorio. Lo que no quiere decir que no se cierre la ronda con muy buenos propósitos. Ya hay preparada hasta una "comisión de seguimiento" presidida por el "cuarteto comunitario" que, como todo el mundo sabe, es lo que se pone en marcha cuando se quiere que los problemas se pudran.

    Para animar el cotarro, el señor Bin Laden anuncia una próxima alocución dirigida a los europeos en la que sin duda hablará de Annapolis.

    (Tomo la imagen del Frankfurter Rundschau, habiendo traducido lo que considero más conveniente para entenderla. Refleja la evolución territorial del conflicto del Oriente Próximo).

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