dimecres, 4 de juliol del 2007

Los dibujos de Bagaría y el misterioso Cravan.

La Fundación Mapfre tiene en marcha en Madrid una exposición con dibujos de Bagaría, el hombre que con su estilo inconfundible se encargó de ilustrar la actualidad política a través de sus viñetas en los periódicos españoles del primer tercio del siglo XX, en especial, El Sol. Para quien conozca los entresijos de la política de la Restauración, la Dictadura de Primo de Rivera y la República, estos dibujos son una fuente de regocijo porque incorporan una visión fresca, desinhibida de los acontecimientos del momento, las vicisitudes de la Primera Guerra Mundial, la guerra del África, el desastre de El Annual, el informe Picasso, etc.

El periodismo gráfico, generalmente considerado de importancia menor, tiene muchas veces una calidad y una resistencia muy superiores a su hermano de género, el periodismo literario. Al día de hoy, confieso que lo primero que miro del periódico, después del repaso a los titulares, son las viñetas de sus dibujantes o las cartas de los lectores. Así como cada diario tiene los dibujantes que le van, también en él escribe un tipo de lectores. Pero en el caso de los dibujantes, pueden llegar a impregnar el periódico, a darle parte de su estilo. Piénsese en Mingote en el Abc o Peridis y El Roto en El País

Bagaría había empezado su vida artística en Barcelona de la mano de Santiago Rusiñol, de quien nos dejó fantásticas caricaturas. Su trazo seguro, limpio y elegante es bastante típico de la época y se da un aire a las creaciones de Penagos y, en mayor medida porque, además, coincidía en cierto modo con su visión de crítica social, a Castelao. Pero su carácter inquieto y su deseo de más amplios horizontes hicieron que se trasladara pronto a Madrid y se metiera de lleno en la justa política de gobiernos entrantes y salientes, crisis ministeriales y conflictos sociales de los últimos años de la alternancia, para entrar de inmediato en combate con la censura que estableció el general Primo de Rivera. La censura obligó al dibujante a aguzar su ingenio para comunicar su generalmente poco acomodaticio punto de vista. Y es conocido que fue en esa permanente lucha contra la censura en donde dio con alguna de sus más celebradas fórmulas, como los famosos dibujos "de almohadón" o su viaje a Marte, un planeta sospechosamente igual a la España de Primo de Rivera. De ambas líneas de expresión hay bastante representación en la exposición de Mapfre. Y también la hay de las célebres caricaturas del autor.

La exposición ha tenido el acierto de incluir un gabinete con un "homenaje a Bagaría", de Eduardo Arroyo. La línea que une a Arroyo con Bagaría es la afición de ambos por el boxeo. Son conocidas las obras de Arroyo de tema pugilístico, con interpretaciones de diversos boxeadores. Lo que yo no conocía y he descubierto en esta exposición, es su serie de dibujos sobre Arthur Cravan que pertenecen a su colección particular. El homenaje a Bagaría arranca probablemente de la imagen de éste celebrando la llegada del boxeo a España, que Arroyo tiene asimismo en su colección particular y en el que vemos a los dos púgiles materialmente destrozados, con los rostros tumefactos y sangrando por la nariz.

Por su parte, Arroyo ha hecho varias versiones también del estado en que supone él que debió de quedar Cravan cuando se enfrentó a Jack Johnson, por entonces campeón del mundo en 1916, en la plaza de toros de Barcelona. Cravan resistió cinco asaltos y se embolsó una bonita suma.

A mi vez, me emociona especialmente que Arroyo haya trabajado la figura de Cravan, un interesantísimo personaje de comienzos del siglo XX, poeta y boxeador, bohemio y editor de una revista literaria, Maintenant, en la que publicaba sus producciones, muy en la línea dadaista y luego surrealista. Arthur Cravan que, en realidad, se llamaba Fabian Avenarius Lloyd, estaba lejanamente emparentado con Oscar Wilde, a quien él llamaba familiarmente "tío" y con quien llegó a presumir de haber estado en contacto, aun después de que se le diera por muerto, siendo así que ambos no llegaron a conocerse.

Arthur Cravan, hombre culto, viajado, refinado, dotado para las artes, llevó una vida aventurera en Europa y América, se casó dos veces, en sus últimos tiempos residió en México, de forma tan bohemia como había vivido hasta entonces y se supone que se ahogó navegando por el Golfo de México en un trayecto que pretendía hacer hasta Venezuela, a reunirse con su mujer que un tiempo después, daría a luz a una hija póstuma.

Me ha gustado mucho encontrarme con Cravan, uno de mis personajes favoritos, en esta exposición de Bagaría y no menos enterarme de que, entre las últimas especulaciones que se han producido sobre su destino, hay una que dice que no murió, sino que continuó viviendo en México, de incógnito, bajo el nombre nada menos que de B. Traven, el gran novelista, autor de El Tesoro de Sierra Madre y algunas otras novelas, como Gobierno, que hicieron las delicias de mis años mozos. Espero que esta teoría tenga mayor fundamento que el hecho de que entre Cravan y Traven haya cierto parecido fonético. Digo esto porque, hasta la fecha, la explicación más verosímil, a su vez, de la identidad del no menos misterioso Traven es la que lo hace alemán, huido de la represión que se produjo a raíz de la revolución consejista de Munich.