diumenge, 22 de juliol del 2007

Adiós a Valencia.

Terminé ayer el curso sobre Fomento de la lectura y edición en la UNED de Valencia cantando las excelencias de la blogosfera y explicando lo poco que sé acerca de buscadores y de clasificación de la información en muy diferentes campos. La verdad es que lo pasé muy bien en la clase, los medios técnicos del centro son extraordinarios, el propio centro está en un lugar muy grato, en la llamada Casa de la Misericordia, y los asistentes, todos/as ellos/as licenciados/as, gente muy motivada. Así da gusto trabajar. Espero que lo encontraran tan interesante como yo.

Empleamos luego la tarde en visitar el museo de cerámica, que se aloja en el palacio del Marqués de Dos Aguas, contiguo a nuestro hotel y cuya historiada y alabastrina portada figura en la fotografía superior. En verdad es un edificio notable por varios conceptos, tanto por las piezas en exposición como por el mobiliario y distribución de la vivienda. Como no tengo aquí "scaner" no puedo reproducir algunas de las habitaciones que más me impresionaron, y quizá lo haga cuando lleguemos a Madrid. Hay una especie de gabinete de té, decorado al gusto de la chinoiserie propio del siglo XVIII que es de flipar, con muebles lacados y taraceados en nácar, jarrones chinos y decoraciones de seda que son un primor. U otra habitación toda ella provista de muebles recubiertos de porcelana de Dresde, procedentes de la Real Fábrica de Berlín y adquiridos en una subasta en París a fines del dicho siglo que debió de costar una fortuna.

Antes hicimos una obligada visita al Museo de Bellas Artes, en el Palacio de San Pío V que alberga una estupenda colección de retablos del gótico valenciano y esta vez mostraba también una exposición temporal de la retratística española que hay en el Museo de El Prado. Precisamente una de las piezas en exposición es la llamada "Barbuda de Peñaranda", en la imagen de la derecha, un magnífico retrato de una mujer del XVII llamada Brígida del Río, en el espíritu de los "fenómenos de la naturaleza" en que Velázquez representó a los numerosos enanos y bufones de la corte de los Austrias o Carreño de Miranda a Eugenia Martínez de Vallejo, llamada "la monstrua", tanto vestida como desnuda, también aquí en préstamo de El Prado. El autor, Juan Sánchez Cotán, pintor de mi predilección, es un apreciado bodegonista, pero no sólo eso. Buena parte de su obra se exhibe hoy en la Cartuja de Granada, en donde el hombre profesó y donde también puede comprobarse que era igualmente un gran pintor de temas religiosos.

Los retratos, una selección de todos los que hay en la pinacoteca madrileña, abarcan los siglos XVII al XIX (Pantoja, Carreño, Velázquez, Sánchez Coello, Murillo, Mengs, Van Loo, Bayeu, Goya, etc) y permite apreciar muy bien la evolución de la retratística cortesana española, desde el formalismo de las obras sobre los Austrias hasta el naturalismo y el psicologismo de los Borbones. Es una buena exposición, aunque confieso que me hubiera gustado ver el retrato ecuestre del infante Baltasar Carlos, de Velázquez, por el que tengo devoción desde niño.