dimarts, 27 de març del 2007

Mujeres.

En el post de ayer sobre Europa puse esta "foto de familia" y sucedieron dos cosas: mi amiga Amalia mandó el post a una red de mujeres que investigan asuntos de género y mi alter ego bloguero, Joaquim, dejó dicho:

"Personalmente, me importa un rábano lo que mis representantes políticos tienen en la entrepierna, por mí como si tuviéramos un Gobierno español o una Comisión Europa formada íntegramente por castrati; lo me preocupa es lo que tiene esta gente dentro de su cerebro, no debajo de la cintura./Algún día habría que hablar serio y largo de estas cuestiones, Ramón."
Así que decidí que era buen momento para hacerlo. Pongo otra vez la foto y hago ahora otra pregunta, si la miramos con lo que suponemos ha de ser la mentalidad de la gente dentro de 50 o 100 años, ¿no resulta ridícula o por lo menos extraña? Hoy también se estrena el TV1 un nuevo programa llamado "Tengo una pregunta para Vd." en el que 100 personas van a preguntar al señor Rodríguez Zapatero. Una empresa ha escogido a esas cien personas para que sean una muestra representativa de nuestra sociedad. Y ¿qué composición tiene la muestra? 51 mujeres y 40 hombres. Como es lógico, dado que esa es la composición de la sociedad en cuanto al sexo, que es una circunstancia socialmente tan importante como la riqueza y más que la confesión religiosa. Sin duda, es imaginable un mundo de igualdad en el que, al componerse de modo aleatorio un conjunto como el que se reunió en Berlín, tuviera esa composición de género. Pero, ¿cuál es su probabilidad? Muy, muy por debajo de uno, ¿verdad? ¿Por qué, sin embargo, ahora es tan cercana al uno?

Obvio. Porque un complejo sistema de discriminación y exclusión, tradicional y moderno, basado en la violencia, en la ideología, la religión y la manipulación, se encarga de mantener la injusta situación de subordinación de las mujeres al día de hoy. Sin duda se está haciendo y se viene haciendo mucho desde hace algunos años, pero es insuficiente como se ve en la foto y se desprende de las estadísticas sobre salarios (inferiores) de las mujeres, posiciones de responsabilidad (menos) de las mujeres, etc.

Hay dos argumentos que suelen emplearse, en concreto en la izquierda, en contra de esta opción de plantear siempre (y cuando digo siempre es exactamente eso, siempre) la cuestión de género en todos los debates sociales. El primero viene a decir que la legislación (ya nadie, supongo, objeta a que estas cosas haya que hacerlas a base de leyes) de discriminación positiva atenta contra la igualdad del Estado de derecho. La respuesta es: no más que cuando existía la discriminación (mujeres sin capacidad jurídica en ningún aspecto de la vida, ciudadanas de segunda) sin que nadie viera entonces peligro alguno para el susodicho Estado de derecho.

El otro argumento es el que dice que esta actitud feminista desvía la atención de los asuntos verdaderamente importantes que son, por ejemplo, los de saber qué ideología tienen quienes mandan y no a qué sexo pertenecen. Eso será cuando sea posible y cierto que las mujeres tienen iguales posibilidades de mandar que los hombres, cosa que no sucede ahora. Ese no suceder es una evidente injusticia. La subordinación de la mujer es una injusticia de milenios, que está atrincherada en las instituciones y los usos sociales, las creencias, la lengua misma. Luchar contra las injusticias es tarea autoproclamada de la izquierda. Luchar contra ésta es atender a una revolución de alcance aún por determinar.

Uno de los aspectos de esas luchas es hacer efectivo el derecho de las mujeres a ser como Angela Merkel (o como Rosa Luxemburg), a gobernar mal... como los hombres, por lo demás. El derecho de las mujeres a ser visibles. Para que cuando dentro de 50 o 100 años, quienes miren esa foto de familia se rían por verla tan ridícula como debiéramos verla ahora.