divendres, 22 de desembre del 2006

Sigue el juego del gallina.

Llevo meses diciendo que el llamado "proceso de paz" puede entenderse en términos de juego de dos jugadores de suma no cero, el más famoso de ellos, el del "gallina", en el que pierde el primero que se aparta o se tira del coche en marcha. La columna de Javier Pradera en El País del 20 de diciembre se llamaba "Pierde el primero que se levanta de la mesa", que es otra forma para un juego de dos jugadores y suma no cero. En estos juegos son esenciales las amenazas y los "faroles", para conseguir que una parte haga lo que la otra quiere. La kale borroka es una forma de amenaza y más que de amenaza, de acto, para forzar al Gobierno en una determinada dirección. En la misma en que quiere empujarlo un grupo de profesores universitarios e intelectuales vascos que firma un manifiesto en pro del proceso de paz, pero cuya primera exigencia es la derogación de la Ley de Partidos Políticos.

No es verosímil que la izquierda abertzale consiga su objetivo de ver derogada la Ley de Partidos, porque esa ley no fue impuesta al PSOE por una mayoría del PP, sino que fue una norma respaldada por los dos partidos. No parece probable que el PSOE e desmienta a sí mismo al primer obstáculo. El gobierno no puede hacer lo que se le pide y eso obliga a la otra parte a rebajar sus exigencias, a relativizarlas. En consecuencia, frente a las amenazas, bravatas o coacciones, el Gobierno ha hecho bien en no reaccionar sino sólo para interesarse sin persona interpuesta acerca de si es voluntad de ETA poner fin a la tregua o no. Para eso parece haber servido el misterioso encuentro entre etarras y enviados del Gobierno que éste se niega a reconocer pero que tampoco desmiente.

Amenaza y grande contiene asimismo el caso del señor De Juana Chaos, si bien tiene un carácter distinto porque si las advertencias o amenazas de Batasuna son puro farol, las del señor De Juana Chaos son muy verosímiles. Ahí sí que hay una urgencia, una necesidad de que, como pide su abogado, Álvaro Reizabal, se excarcele al recluso y se le permita volver con su familia en primer lugar porque está en juego la vida de una persona y, en segundo porque, si se produce un desenlace fatal, la posición estratégica del Gobierno en el juego quedará muy debilitada a cambio de nada y todo el resultado seriamente comprometido. El problema es que esta decisión de excarcelación del señor De Juana -víctima de un fallo judicial injusto y vengativo- no depende del Ejecutivo, sino del Tribunal Supremo, sobre el cual no tiene mano el Gobierno. Se trata de un caso de "restricción de alternativas" de éste que si paradójicamente, suele beneficiar a quien la padece, en este caso, puede perjudicar a lo dos y hacer realidad la esencia del juego de suma no cero: ambos jugadores pierden.

En todo caso, al margen de cualquier consideración, la excarcelación del señor de Juana (de cuyo estado de salud y acerca de cuyo tratamiento apenas se tienen noticias, lo que es alarmante) es una mera exigencia de justicia.