dissabte, 30 de setembre del 2006

EN LAS GARRAS DEL PASADO

LA HISTORIA DE GRASS NO HA CONCLUIDO

La que le viene encima al Nobel/Príncipe de Asturias (1999) es peor que la que ya pasó, porque llueve sobre mojado. Parece que allá por 1969, oficiando de consejero áulico de Karl Schiller, que fue ministro de Economía con Georg Kiesinger y, luego, superministro de Economía y Hacienda con Willy Brandt, le insistió en que hiciese pública su militancia nazi en el pasado. Schiller había ingresado en las SA en 1933, con 22 años, y fue luego miembro de la liga de docentes del Partido Nazi. Esta revelación va a provocar otra oleada de críticas por este nueva realización del viejo dicho español de "consejos vendo y para mí no tengo."

Grass, en la foto de la izquierda (de Florian K., depósito libre de Wikipedia) es un típico intelectual de la tradición europea. Esto quiere decir, que le priva estar en contacto con los poderosos. Es la tradición platónica del continente. Los intelectuales suelen estar cerca del príncipe y el príncipe suele rodearse de ellos. Los intelectuales europeos (porque en los Estados Unidos es otra canción) son los ideólogos de los regímenes. A veces están a favor, a veces, en contra. Pero cuando están en contra es porque están a favor de otro. En alguna ocasión, esa cercanía se ha roto estrepitosamente, como sucedió con Platón y Dionisio de Siracusa o, con menos dramatismo, con Destutt de Tracy y Napoleón, cuya aversión por la "ideología", la disciplina filosófica del De Tracy, dio al término esa connotación negativa que perdura al día de hoy. Des choses des ideologues.

Esa afición de los intelectuales a amonestar a los poderosos suele hacerse en nombre de la ética. Sólo Maquiavelo se atrevió a dar consejas al Príncipe, considerando que la ética era un instrumento más del poder. Y se ha ganado una mala fama que llegará al fin de los tiempos. Eso es lo que más irrita al personal de la aventura de Grass: que haya estado dando lecciones de moral. Pues se va a enterar. Porque ahora, todo cuando haya hecho o dicho en el pasado se reconsiderará a la vista de su tardía confesión, que opera como el terminus a quo decisivo de su vida, radicalmente cambiada.


EL ÁCIDO BÓRICO DE ROCAMBOLE

Nuevo giro sorprendente en el culebrón del 11-M. L'arroseur arrosé. La verdad es que esa insensata historia de la conspiración, basada en pruebas y suposiciones rocambolescas parece una especie de pesadilla, como las que imaginaba Heinrich Füssli, también conocido como Henry Fuselli, (Art Renewal Center) un suizo de finales del XVIII que pintaba pesadillas, íncubos, brujas y cosas así, un precedente del simbolismo y del psicoanálisis. Porque la insistencia en fabricar una historia que sustituya a una realidad es signo de neurosis. Y no es posible razonar con quienes actúan de este modo porque no se trata de interpretaciones distintas de una misma realidad, sino de un intento de sustituir la realidad por una fabulación.

Porque, en la medida en que, quienes llevan dos años batiendo el cobre formulan alguna reconstrucción de los hechos (pues habitualmente se limitan a lanzar oscuras insinuaciones), ésta es más o menos así: algunos policías han urdido una trama de falsificaciones y corruptelas para ocultar a los autores verdaderos de un crimen e imputar éste a otros, todo ello con la connivencia (si no la colaboración activa) del PSOE, cuya finalidad es aceptar las propuestas de la ETA. Esta última barbaridad es opcional. Las otras son de obligada creencia. Pero quien crea algo así no está enteramente en su cabales.

Así que, para conservar una mínima porción de creencia en la racionalidad de las personas, hay que acabar encontrando razones, por bastardas que sean, en ese intento de obstaculizar un proceso judicial y sustituirlo por otro periodístico. Razones de difusión de la tirada, de audiencia y share, razones comerciales. Porque más vale que esa agresión permanente al funcionamiento del Estado de derecho se haga en defensa de algo, por ejemplo, la cuenta de resultados, que por inconsciencia, ignorancia o irresponsabilidad. De todas formas, que los loqueros no se vayan muy lejos.